4/15/2013


Mi misión como científica es cazar fenómenos,
simplificarlos,
entenderlos
y modelizarlos.
Comerme su carne y mirar su esqueleto desde todos los ángulos.
Esquilar
para poder medir mejor.
Rasurar
para lamer mejor.
Utilizo en mi análisis pocas-pero-precisas palabras, para no perderme en mi camino al inalcanzable cero absoluto: el esqueleto del esqueleto.

Mi misión como artista consiste en identificar la jaula-realidad en que me muevo y pelarla de su vegetación-camuflaje. Dar dos pasos hacia atrás y mirar las rejas oxidadas que me miran respirando despacio, conteniendo el miedo porque no pueden escapar.
Luego, planto semillas de enredadera a sus pies, en todos los huecos, para cubrirla de vida-verde-calentita, esta vez escogiendo yo qué plantas nacen y la cubren, para que crezca, de una forma nueva, una realidad II cuyo esqueleto ya no me tiene miedo.

Vuelvo a actuar como científica y podo mi enredadera con cuidado para descubrir que la verja que sujeta la planta que crié ya no es la misma que había analizado: tengo que volver a estudiarla para luego re-recubrirla y así voy alternando mis dos hemisferios cerebrales.

Ésta es mi vida como cientista o artífica que
crea
destruye
investiga
destruye
crea
con sus sentidos-sensores y sus herramientas-cuerpo,
para construirse un mundo propio reciclando uno que existe pero está viejo.
Mi mundo nuevo hierve y crece constantemente. Como una galaxia vista desde lejos o un lapo visto con microscopio.
Algún día yo pararé de existir, mi mundo dejará de crecer y mi jaula quedará abandonada en un descampado, lista para ser reciclada por un ser nuevo que la necesite en su proyecto.

Así.

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