La
piel es un impermeable, interminable como una cinta de
Moebius. Parece (pero no termina de ser) frontera.
Sistema
de referencia indemostrable,
contenedor
de la viscosidad humana interna,
recipiente
de cuero vivo y móvil que mantiene tibia la
mezcla de líquidos malolientes que es el alma: mocos color verde
médico que fluyen arribabajo como la arena de un palo de lluvia, que
giran como los ciclones de un planeta en pleno génesis, que cambian
de composición química sin parar, brillando en todas las longitudes
de onda.
Imagina
que tus poros son pequeños ojos coordinados.
Tu
piel una red caliente de ojitos pestañeantes.
Eres
un ojo de mosca antropomórfico.
Posees
una percepción visual casi perfecta que incluye todos los puntos de
vista a la vez.
Así era en el principio, cuando no existían los
límites, ni los nombres. Todos los seres éramos infinitos y
estábamos superpuestos. Mirábamos desde todos los puntos de vista a
la vez, éramos sólo uno. Distinguir individuos era tan imposible
como inútil.
No
tengo memoria, mis recuerdos abarcan sólo dos décadas... Por eso no sé, ni se me ocurre, cómo hemos degenerado
de la plenitud absoluta del dios que éramos a la miserable
existencia humana actual. Sólo tenemos dos ojos y no sabemos aprovechar los ajenos. Somos las migas de carne y cuero que han quedado como residuo de aquel ser que era eterno en tiempo y en espacio.
genial.
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