6/14/2013

CUERO (un cuento pequeñito) II

La piel es un impermeable, interminable como una cinta de Moebius. Parece (pero no termina de ser) frontera.
Sistema de referencia indemostrable,
contenedor de la viscosidad humana interna,
recipiente de cuero vivo y móvil que mantiene tibia la mezcla de líquidos malolientes que es el alma: mocos color verde médico que fluyen arribabajo como la arena de un palo de lluvia, que giran como los ciclones de un planeta en pleno génesis, que cambian de composición química sin parar, brillando en todas las longitudes de onda.

Imagina que tus poros son pequeños ojos coordinados.
Tu piel una red caliente de ojitos pestañeantes.
Eres un ojo de mosca antropomórfico.
Posees una percepción visual casi perfecta que incluye todos los puntos de vista a la vez.

Así era en el principio, cuando no existían los límites, ni los nombres. Todos los seres éramos infinitos y estábamos superpuestos. Mirábamos desde todos los puntos de vista a la vez, éramos sólo uno. Distinguir individuos era tan imposible como inútil.



No tengo memoria, mis recuerdos abarcan sólo dos décadas... Por eso no sé, ni se me ocurre, cómo hemos degenerado de la plenitud absoluta del dios que éramos a la miserable existencia humana actual. Sólo tenemos dos ojos y no sabemos aprovechar los ajenos. Somos las migas de carne y cuero que han quedado como residuo de aquel ser que era eterno en tiempo y en espacio.

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