Me alegra creer que en cualquier paisaje de autopista hay escondidos más reductos de silencio como éste. Que hay viejas y viejos, como yo, sentadas en sillas mirando al mar y les parece un buen horizonte a partir del cual estructurar la vida. Sin más compañía que algunas plantas bailarinas, silvestres y silenciosas. Nadie sabe qué pensarán porque tampoco es seguro que existan.
Unos viajan por la autopista y otros observan desde los barrancos y no tienen más en común que esa bisectriz azul tan lejana que los separa del cielo y atrae sus pensamientos como un anzuelo que reposa titilando en la superficie del mar.
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